de José María Rodríguez Méndez
Dirigido por Denis Rafter
Cía. Teatro de Rojas y La Pañuela Teatro
Para llegar a ser Santo hay que ser humano. No es dios quien te hace Santo es la gran de bondad del hombre y la fuerza de vencer a la tentación. En la historia de las vidas de los santos siempre había momentos de debilidad e incluso pecados pero lo que nos maravilla en el carácter de ellas y ellos es su lucha interior. Podemos preguntar ¿vale la pena tener Santos? contesto con otra pregunta ¿vale la pena tener bondad? En nuestro mundo la lucha es intensa y continua entre la maldad y la bondad.
Durante mi trabajo en la puesta en escena de «El pájaro solitario» intenté mostrar esta lucha tanto dentro del corazón del propio San Juan como en los que están a su alrededor. Satanás está siempre presente de alguna manera, en la música, en las tentadoras o en la noche oscura de Toledo del segundo acto. Muchas veces se descubre esta bondad en los sitios menos esperados como en las rameras de la Plaza de Zocodover y en los pobres mendigos que son los menos apreciados por la sociedad.
Quería también mostrar la espiritualidad del ser humano y también su carnalidad. ¡Otra lucha! Opté por un trabajo actoral coral con movimientos que reflejan este doble aspecto, descubriendo el alma a través de la danza y del movimiento. Para el actor, igual que en la religión, es con la espiritualidad de la danza donde somos más completos. Es decir armonía de cuerpo, mente y alma.
La puesta en escena es aparentemente minimalista pero con imaginación y con el trabajo del actor es muy completa. Los actores permanecen en el escenario todo el tiempo. Como la acción transcurre en Toledo, ciudad con tanta historia, he tenido la oportunidad de vivir en los lugares donde andaba San Juan aquella noche oscura cuando se escapó de su cautiverio. Volví atrás más de cuatro siglos en el tiempo, como hago en muchas obras que he dirigido.
«El pájaro solitario» para mi es una obra sobre el amor y os aseguro que está hecha con amor. El personaje de San Juan de la Cruz todavía nos impresiona cuatrocientos años después de su muerte y sus cánticos todavía nos emocionan, porque la capacidad de amar de este frailecito era extraordinaria. La bondad de él fue y sigue siendo una gran victoria sobre la maldad.
Denis Rafter